36º programa
12/04/2018
Un rato más
35º programa
12/04/2018
Desde la torre del castillo
Fotografías del Castillo Pittamiglio
Un último regalito
Por haber llegado hasta aquí: dos escritos del libro Escribo para ti de Lauro Alonso:
Castillo viejo
En Uruguay hay fragmentos de un viejo castillo. Del todo erguido, solo unas cuantas piezas han sabido negociar con el paso del tiempo, con la determinación del viento del olvido. El resto son historias perdidas y encontradas, dispersas en pedazos de memorias que aún recuerdan y vibran, que saben, callan y esperan. Hoy veo a través de mi ventana lo que queda de aquella estampa lejana: una de sus torres, silenciosa, cómplice, solitaria. Veo sus tímidos ladrillos, admiro su fachada. Ya no es como era, ha sido cambiada. ¿Dónde estarán ahora sus secretos recintos, sus puertas falsas, sus enigmáticos laberintos, sus escaleras que llevan hacia la nada? En Montevideo hay un montón de recuerdos; desparramo de aromas a vidas pasadas. Libros viejos, matraces, retortas, vasijas. Hojas desteñidas de anónimas plumas, escritura cifrada, anotaciones de fórmulas comprobadas, oro venido de plomo, aguas purificadas. Con ojos nuevos, hoy me asomo desde otra ventana. Observo la misma ciudad, por si acaso aflora el recuerdo, por si acaso mi ceño despierta. Por si acaso recobra la vida algún fragmento de historia muerta. La magia y sus símbolos guían mi mirada. Mi alma es la misma; más vieja, más sabia, algo más cansada. ¿Qué será de aquel castillo en la rambla? De sus misterios e historias guardadas. Sé que no hay muertes: idas y vueltas, solo hay vidas pasadas. Las mudas melodías de historias vividas, de vidas dejadas. Ecos de sutiles impresiones que la mayoría desconoce e ignora, que han sido casi olvidadas. Qué importa que no lo recuerde. Qué importa que no lo recorra. Aún tengo mi fuerza, mi luz, mi pisada. De aquellos tiempos remotos, aún reconozco de cerca a las almas doradas.
El error del alquimista
Estalló en mil pedazos una retorta del más fino cristal,
el laboratorio resultó seriamente dañado,
mas el atanor no se apagó, pues es bendición de Dios.
En el desastre, mucha materia al blanco se perdió;
ahora tímidos y solitarios matraces lucen desiertos,
por un tiempo el trabajo, la obra, depara futuro incierto,
mas el atanor conserva su fuego, pues es bendición de Dios.
Viejo alquimista, insólito malabarista de ti mismo,
creador increado, triste, perdido y encontrado,
siempre será en tu camino el destino y en tu reloj la hora,
vuelve ya a tu laboratorio; ora et labora.
Que quienes lo necesiten nunca lo olviden; y que de las cenizas de la tristeza renazca siempre Fénix.